Desde el Cretácico la Serranía de Cuenca ha ido creando en su interior impresionantes paisajes gracias al paso del tiempo y los fenómenos meteorológicos. Uno de esos paisajes, y que más nos pueden llamar la atención al colectivo de escaladores, es la Ciudad Encantada.
Su historia se remonta a unos 90 millones de años, cuando el gigantesco mar de Thetys, padre de nuestro océano Índico, cubría esas grandes moles rocosas y toda la tierra estaba unida en un único bloque que conocemos como Pangea.
‘Por aburrimiento’ las placas tectónicas comenzaron a moverse y esto izó a la península Ibérica, elevando a esta ciudad de roca a 1.500 metros de altura sobre el nivel del mar. Los estratos fueron compactándose lentamente a causa de la presión de las capas de depósitos de carbonato cálcico provenientes de esqueletos animales.
Del resto se encargó la erosión, que gracias a la porosidad de la roca calcárea, el agua fue filtrándose hacia su interior disolviéndola, erosionando cantos y formando cuevas, desplomes y placas. El resultado, un relieve kárstico esculpido por la naturaleza, que a nuestros ojos frikis se antoja deseable.
Ya de vuelta al presente, la Ciudad encantada ofrece sus pasillos, arcos y mares calizos donde nos divertiremos observando sus curiosas formas que han adquirido las rocas, y que se asemejan a objetos de nuestro día a día. Muchos de ellos ya tienen nombre propio por su parecido: El Tormo, que nos saluda a la entrada de la finca, es la formación más famosa, y no es para menos. Su fina base sujeta la enorme masa de roca que tiene encima. Los tres barcos que se encuentran encallados en el suelo, perfectamente alineados, formados por el paso de los ríos que un día los atravesaron. El tobogán, un callejón claustrofóbicamente estrecho que inspira el relato Viaje al centro de la tierra.
Estos son los ‘tochos’ más destacables, aunque con imaginación y según la perspectiva desde donde se los mire, podemos ver unas figuras u otras.
Desde 1929 la Ciudad Encantada de Cuenca está considerada Sitio Natural de Interés. Es una de las zonas del país protegidas por su valor geomorfológico, es decir, nada de abrir unos bloquecitos.
Cómo llegar a la Ciudad Encantada
Si has terminado de escalar o es tu día de descanso y dispones de tres horas ociosas, una visita a la Ciudad Encantada puede completar un bonito día.
Hay dos caminos para llegar a la Ciudad Encantada. Desde el Conjunto histórico de Cuenca, subiendo a la parte alta, y justo al traspasar el pórtico del barrio del Castillo, hay tomar el desvío de la izquierda, Camino de los Jerónimos. Si elegimos esta ruta disfrutaremos de la hoz del Júcar desde lo alto. Y si queremos seguir disfrutando de paisajes de la serranía conquense, podemos seguir dirección Valdecabras. Desde allí dirigirnos por un sinfín de curvas hasta el parking de la Ciudad Encantada.
Otro camino, menos montañoso, es ir hasta el puente de San Antón y girar a la derecha, tomando la carretera CM-1025, que para por el sector Juego de bolos y resto de sectores de es margen del río Júcar. Encontraremos muchas indicaciones que nos llevarán hasta allí.
Qué horario tiene
El horario varía dependiendo de la estación en la que nos encontremos. Se puede visitar desde las 10AM hasta casi el anochece. Se tarda aproximadamente 2h30 en realizar todo el recorrido.
Permanece abierta todo el año, puentes y festivos incluidos. Evitar las horas de calor en verano. Y un buen momento, aunque no lo parezca, es un día nevado de invierno.
Cuánto cuesta
Toda la finca (unas 245 hectáreas) es propiedad privada, por lo hay que pagar una entrada de 3 € – 4 € por persona.